Es la virtud que lleva a la persona a no presumir de sus logros, a reconocer sus errores y debilidades y a actuar sin orgullo, por eso se puede decir que la humildad es la virtud del realismo, pues consiste en ser conscientes de nuestras limitaciones e insuficiencias y en actuar de acuerdo con tal conciencia. Más exactamente, la humildad es la sabiduría de lo que somos.
Es el distintivo con el cual Don Pedro Legaria quiere que se señale la Congregación y todas nuestras obras. Por ello procuramos aceptarnos como somos y amarnos con ternura, lo cual favorece el desarrollo de todas las cualidades humanas y dones espirituales. La unión entre nosotros testifica la venida de Cristo; de ella fluye una fuerza apostólica, pues la caridad es la plenitud de la ley y el vínculo de la perfección.
Es la apertura a Dios como fuente de verdadera humanización de la persona. Es sensibilidad y compasión, gozo y esperanza, ser y hacer. Es la armonía entre la vida más interior y la vida exterior; armonía con toda forma de vida en el universo.
“En todo amar y servir”. Es la directriz de la espiritualidad de los Ejercicios. La persona servicial ha superado barreras que parecen infranqueables. Servir implica ayudar a alguien de forma espontánea, adoptar una actitud permanente de colaboración hacia los demás. Una persona servicial traslada esta actitud a todos los ámbitos de su vida: a su trabajo, a su familia, ayuda a otras personas en todos los lugares.
Es la capacidad para elegir el mayor bien y comprometerse para alcanzarlo, excluyendo toda mediocridad. Es conquistar la cima anhelada.
Como construcción de una sociedad justa y solidaria, que busca el bien de todas las personas, especialmente de los más desfavorecidos, o que experimentan cualquier tipo de pobreza. Es una relación entre seres humanos, fundamentada en la igualdad de todos como hijos de Dios, en la que se hacen propias las cargas del otro y se asumen con responsabilidad.
La alegría es un gozo del espíritu que proviene del interior, del centro de nuestro corazón, de nuestro ser. Es posible afrontar con nuestro espíritu las cosas que nos rodean, incluso las adversas; esta actitud surge de la alegría. Es decir, no dejarse afectar por las circunstancias y dejar que la paz sea mayor que las cosas externas.
Este Rasgo favorece el conocimiento de sí mismo, el conocimiento interno de Jesús, la presencia continua y amorosa de Dios que conduce a una experiencia de totalidad, por medio de la experiencia de los EE.
La interioridad es la capacidad de ir a la esencia misma de cada uno, identificando sentimientos, pensamientos, deseos, sueños, ilusiones e intenciones.
La Presencia de Dios vivida y enseñada por D. Pedro Legaria es una manera de desarrollar la capacidad de descubrir a Dios a lo largo del día, relacionarse con Él y con los demás, y emprender acciones que nos permitan mejorar nuestro entorno.
Cultivar el reconocimiento de Dios, de sí mismo, y de los otros, favoreciendo el desarrollo de las virtudes (alegría, escucha, consulta, delicadeza, silencio, sencillez, solidaridad, recta intención) teniendo como modelo a la Virgen María (Inmaculada).
Humildad que es servicio y disposición de acercarse al otro, de ayudarle y entregarse a él, aceptándole como es, pero ofreciéndole desde sus posibilidades un camino, una oportunidad para su crecimiento, para el desarrollo propio, para que se descubra como ser único llamado a transformar. Todo esto sin sobrevalorarse a sí mismo.
La capacidad de buscar, mirar, sentir y transformar los contextos para comprometerse con el otro, iluminados desde el lema de NPF “consumirse y agotarse en todas sus dimensiones para ayudar a los demás, especialmente, al más necesitado”.
Compromiso, refiere a la capacidad de entrega del ser humano en todas sus dimensiones, colocando todos los dones en la búsqueda del bien mayor, tal y como lo hace D. Pedro, “consumirse y agotarse…”; dicho compromiso se traduce en acciones concretas, en ayuda a los más necesitados, en capacidad de servicio.